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Ecos de Guerra

01/06/1939... Resuenan ecos de guerra.... El sol amanece sobre un mar apacible en calma. El 17 de julio del 1936 la guerra civil comenzó a sentirse, y tras cuatro años de continuas batallas entre franquistas y republicanos, Franco proclama su victoria el 1 de abril de 1939. Habían muerto medio millón de personas. Un trágico suceso, difícil de olvidar. Una lágrima resbala por mí mejilla al recordar el trágico suceso acontecido un año atrás. Era una lluviosa mañana de abril, tenía 12 años. Desde aquella mañana sabía que nada volvería a ser igual. Presentía en lo más profundo de mí ser, que algo iba a suceder; dos horas más tarde me enteré de lo sucedido: Mis padres habían sido brutalmente asesinados. Quizás, fuí el último aliento de vida que les mantuvo con el valor de luchar, antes de que las balas de los fusiles, en manos de los republicanos, atravesaran sus cuerpos sin compasión. Minutos después de enterarme del terrible acontecimiento, comencé a asimilarlo. El dolor se apoderó de mí. La tristeza se hizo presente en mi vida. Hacía tan sólo unas horas que había estado con ellos, y ahora, a causa de la guerra, los había perdido. Toda la alegría de mi adolescencia había desaparecido. Nada volvería a ser igual. Fue un año díficil que conseguí superar con múltiples esfuerzos por salir adelante.


Un mes más tarde, me encontraba en un orfanato. Era un lugar carente de alegría, invadido por una triste pérdida, pero el deseo de recuperar el calor de una familia me aportaba fuerzas por salir adelante.


Un año más tarde, un señor y una señora elegantemente ataviados acudieron al orfanato. Buscaban un hijo, un hijo al que darle amor, de lo que yo por entonces, carecía. Cuando los ojos de aquella señora se posaron sobre mí, sentí una punzada de esperanza por recuperar el calor de una familia que un día me arrancaron.


Días despues, iba camino de mi nuevo hogar: Una bonita casa a orillas del mar. Mi padre es un importante economista, y mi madre una locutora de radio destacada en la sociedad. Estos últimos meses han sido y son, los más felices de mi vida, y es que, hay cosas que el dinero no puede comprar, como una familia. He aprendido muchas cosas, pero lo más importante ha sido aprender a sonreír. Sonrisa que un día me arrebató la crueldad, pero que ahora no me podrá arrebatar nada ni nadie. Desde entonces vivo con mi nueva familia, familia que no cambiaría por nada en el mundo.


Gracias a ellos comprendí que la palabra hogar es algo más que una simple palabra. Cuando decimos hogar, también decimos: Amor, alegría, felicidad... lo esencial para una persona. Esencia que yo necesitaba, y que ahora tengo. El sol perfila el horizonte, entre los colores del atardecer. Lourdes Núñez Ardila

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